Este libro es simplemente un mapa que traza un sendero a través de desiertos abrasadores y montañas rocosas. Aquí, en esta vasta escuela del alma, Dios me sentó en un pupitre de arena para enseñarme a enfrentar el espejo de mi interior, a franquear los espectros más profundos de mi ser. Es un testimonio del día a día de un proceso duro, emocionante y transformador como misionero en Israel, una tierra que fascina y atrae, pero que es mucho más que paisajes impresionantes, monumentos históricos o lugares sacrosantos.
Israel es la casa del Alfarero. Es aquí donde las vasijas se quiebran para ser reconstruidas con propósito; donde los enviados son puestos a prueba, a veces hasta el punto de la crucifixión simbólica. Es un lugar de besos de traición, pero también de redención, un escenario geográfico que Dios reclama como suyo. No hay otro lugar en la tierra que encarne esta tensión divina entre la fragilidad humana y la soberanía celestial.
Este camino tiene un precio alto: lágrimas, dolor, silencios que retumban y soledades profundas. Aquí, las guerras no solo se libran en trincheras externas, sino en el campo de batalla del alma. Este es el lugar donde el miedo es enfrentado en el Getsemaní de la vida, donde el alma aprende a resistir, a servir a Dios con un valor renovado y una resiliencia llevada al máximo nivel.
Pero hay un tipo de fuego que no consume, sino que purifica. He aprendido que Dios no levanta siervos con manos suaves, sino con cicatrices; que el desierto no es un castigo, sino el taller donde se forjan los instrumentos de su gloria. Aquí, las lágrimas no son señales de derrota, sino el cemento con el que Dios edifica su propósito. Cada noche de llanto se convierte en un alba de revelación.
Porque esta tierra no solo habla de milagros, sino también de heridas. Para cada monte de la transfiguración, hay un valle de sombra y muerte. Para cada cántico de victoria, hay un eco de lamentos. Y cuando crees que ya no puedes más, cuando el peso de la misión se vuelve insoportable, descubres que no caminas solo. Que hay manos invisibles que sostienen tu alma y voces del cielo que susurran: "Sigue adelante, vale la pena”.
El alma con piel de Camello no se quiebra con facilidad. Se dobla, pero no se rompe. Se inclina, pero no se rinde. Ha sido diseñada para soportar la carga, para llevar la gloria de Dios a lugares donde pocos se atreven a ir. Este libro es un testimonio de ello, una invitación a vivir más allá del miedo, más allá del dolor, más allá de uno mismo. Porque al final, lo único que importa no es lo que sufrimos, sino lo que Dios hizo con ese sufrimiento.
Y entonces lo entiendes. Comprendes que no fuiste llamado solo para resistir, sino para conquistar. Que la fe no es solo un escudo, sino también una espada. Que la vida en la misión no es un lamento de sacrificios, sino una historia de triunfos. Cada batalla ganada en la oración, cada alma alcanzada, cada puerta cerrada que Dios reabre con su poder, son sellos invisibles de su fidelidad.
Aquí, en la casa del Alfarero, descubres que las marcas del proceso son coronas disfrazadas. Que cada herida cerrada se convierte en una señal de su gracia. Que la soledad de algunas noches es el espacio donde Dios habla más fuerte. Que cada desafío vencido es una escalera que te lleva más alto, más profundo, más cerca de su propósito.
Los que caminan este sendero nunca vuelven a ser los mismos. Se levantan con una nueva visión, con un fuego interno que no se apaga, con una fe inquebrantable que no se deja sacudir por los vientos del mundo. Se convierten en instrumentos de cambio, en testigos vivos de lo que Dios puede hacer con un alma rendida.
Bienvenido al pupitre de arena, donde las almas son transformadas. Donde el llamado es confirmado, la fe es fortalecida y la victoria es sellada. Bienvenido al lugar donde nacen almas con piel de Camello.